4 formas de responder ante un reconocimiento.
En las últimas semanas nos hemos adentrado en uno de los temas de más impacto que podemos trabajar como líderes, directos o gestores de un equipo: el reconocimiento. No es preciso que llegues a liderar un equipo para tener que practicar esta habilidad tan “necesitada” hoy en día. Puedes reconocer a tus compañeros, a tu jefe, a tus clientes o a tus proveedores, a las personas con las que compartes tu vida o incluso a ese camarero que es capaz de tratar con exquisitez a cada cliente en la cafetería donde tomas el primer café de la mañana.
En este post vamos a darle la vuelta a la tortilla del reconocimiento. Vamos a colocarnos por unos minutos en la otra cara de la moneda, es decir, la persona que recibe el reconocimiento.
¿Qué se siente al otro lado? ¿Qué sientes cuando alguien te mira a los ojos y te reconoce algo que valora en ti? No me digas (como me dicen muchos de los directivos con los que trabajo) que hace tanto tiempo que nadie te ha dicho nada bueno que no te acuerdas de cómo te sentías en ese tipo de situaciones.
Si me contestas que hace años, ya te digo yo, con toda la seguridad del mundo, toda, que no es porque no hayas hecho nada bien sino que tiene que ver más con la incapacidad que tenemos los que te rodeamos de atender a los detalles importantes de la vida. Discúlpanos, porque seguro que has hecho mil cosas correctamente durante estos años y no te lo hemos hecho saber.
Si os vais a recordar esos momentos de reconocimiento, es muy posible que os encontréis a vosotros mismos diciendo este tipo de frases:
– No es para tanto.
– Si no ha sido nada, lo he hecho en un momento.
– No te preocupes, no me ha costado nada.
– No seas tonto, es solo un detalle.
O mil frases más como estás.
Hace un tiempo tuve que aprender sobre nuestras reacciones ante el error casi sin buscarlo. En un momento determinado una persona me dijo: “Oye, qué vestido más bonito llevas”. Mi respuesta fue rápida, casi instantánea: “Ah, pues me ha costado nada, me lo compré del Outlet de Mango, con que es baratísimo”. La persona tan solo se mantuvo en silencio. Semanas más tarde llevaba unos de mis tacones favoritos y la misma persona me dijo: “Qué zapatos más originales, me parecen preciosos”. Y yo, ni corta ni perezosa contesté: “Ah, pues me han costado solo 15 euros, me los compré en un mercadillo por eso son tan baratos”. Y a partir de ahí, se produjo uno de los aprendizajes más grandes que he tenido a este nivel ya que la persona se atrevió a cortar mis justificaciones y darme las opciones de respuesta.
Me dijo en ese punto: “Mira, no te he preguntado dónde te lo has comprado, ni cuándo, ni de qué precio, sino que sería mejor que te fueses a las 4 opciones de respuesta que tienes:
Desde ese momento, a nivel profesional he trabajado haciendo mis propios experimentos sobre este tipo de situaciones y me encuentro con que el 90% de personas reaccionan explicando, justificando, quitando importancia a lo que han hecho. Da lo mismo que el reconocimiento lo hagas a un operario, a un mando intermedio, a un directivo, al gerente de una empresa, sea quien sea, la tendencia es a sentirse incómodos encajando el reconocimiento, el piropo o de algún modo los regalos.
Esto nos ha hecho elaborar distintas hipótesis del por qué de nuestras reacciones:
Y tú, ¿tienes otras hipótesis que podrías compartir?
Vamos a practicar: “Te voy a decir algo que pienso de ti. Creo que eres una persona extraordinaria, alguien distinto a cualquier otra persona que he conocido. Tienes algunas capacidades que no todo el mundo ha desarrollado a ese nivel por lo que gracias simplemente por estar ahí y compartir lo bueno que tienes con el resto”. ¿Qué has hecho? ¿Cómo te has sentido? ¿Pensabas que le hablaba a otra persona?
¡Nos vemos la próxima semana!
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