Heráclito ya lo decía: “Lo único que sabemos que se mantiene en la vida es el cambio, justo el cambio es lo único que no cambia”.
Recuerdo mis primeros acercamientos y coqueteos con Heráclito. Era alguien que había vivido mucho antes que yo. Cuando le conocí nos separaban 2500 años de vida, o sea, 25 siglos pero eso no impidió que sus palabras me llegaran realmente. Me lo presentó Enriqueta, nuestra profesora de filosofía. Aquella chica “diferente” que nos hacía vivir la filosofía como algo que abría la curiosidad, que te creaba dudas, que te hacía plantearte las verdades absolutas. Fue justo Enriqueta quien nos “obligó” a leernos aquel famoso libro de “El mundo de Sofía”.
Y aquel fue el primer encuentro real con Heráclito. Este señor contaba una historia que he recordado a mi manera durante muchos años. Heráclito decía que “no te podías bañar dos veces en el mismo río, porque aunque salieses y volvieses a entrar solo segundos después, tú ya no eras el mismo, habías acumulado dos segundos más de vida y el río ya no era el mismo. El agua era distinta, los sedimentos que arrastraba eran distintos y las algas que dentro crecían eran distintas”.
Y así quedó durante años resonando en mi cabeza aquella idea de que lo “único que no cambia en la vida, es que o sí o sí hay cambio”.
Y a veces te enamoras tanto de una idea que llegas incluso a “malusarla”. Como os contaba un día, durante mucho tiempo intenté que cuando no me gustaba algo a mi alrededor cambiaran los otros hasta que otro encanto de señor, Paul Watzlavick, me hizo entender con mil y un ejemplos, que el único cambio posible era el que podías hacer tú mismo contigo mismo.
A partir de esos nuevos aprendizajes empecé a descubrir lo apasionante y atractivo que resultaba cambiar tú mismo. Y no solo eso, me empecé a encontrar con innumerables ventajas.
– Mejora sin techo: es una mejora sin límite porque cuando empiezas a cambiar en ti una simple conducta, una simple característica, una simple emoción, te das cuenta de todo aquello que puedes ir mejorando en ti mismo. Empiezas a notar que el límite es el cielo.
– Dejas de culpabilizar a otros: de repente te quedas sin una de las mejores herramientas que habías aprendido a lo largo de tu vida, la de hacer responsables de todo a otros. Ya no puedes decir que la culpa la tiene tu jefe, o tu padre, o tu hermano, no puedes decir que la culpa la tiene tu compañero del trabajo, ni tu amigo, ni tu operario. Dejas de hablar de culpas y empiezas a responsabilizarte de tu propia vida.
– Recuperas el poder: al responsabilizarte de tus propios cambios, te empoderas a ti mismo porque te das cuenta de que cambiando tú, el resto empieza a cambiar. Al principio te parece algo casi mágico. Que tu compañero de trabajo te trata mal, tú cambias el ignorarle como hacías hasta el momento y empiezas a tratarle con mucha más cercanía, y de repente, como si de magia se tratara, él empieza a cambiar.
– Facilitas que otros cambien: De algún modo, cambiar la perspectiva del cambio hacia ti mismo, responsabilizarte e intentar cambiar tú, te hace más consciente de lo difícil que es cambiar. De ese modo empiezas a entender que el cambio es un proceso, no es algo que sucede de hoy para mañana por lo que empiezas a entender que “los otros” no cambian porque no quieren sino porque a veces no saben cómo hacerlo, o simplemente necesitan tiempo para poder conseguir el cambio deseado.
En definitiva, te empiezas a hacer un experto en entender el cambio tuyo y el de los otros…
Esta semana vas a iniciarte en uno de los retos más complicados que hay para un ser humano: el cambio. Vas a intentar cambiar algo, por pequeño que sea, cualquier conducta habitual, cualquier detalle de tu vida personal o profesional. Puede que quieras empezar a tomarte un desayuno más saludable por las mañanas, o igual quieres cambiar y dejar de hacer algo como por ejemplo el tabaco, o simplemente cambiar tu actitud con tu jefe y no esperar que el venga a reconocerte tu trabajo sino que vas a ser tú el primero que empieza a reconocerle el suyo. ¿Y si solo con uno de estos gestos empezara la magia?
¡Nos vemos la próxima semana!
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