No sé si hay algo que te llame la curiosidad entre las dos imágenes que he puesto en el titular de este post. Si no te llamó la curiosidad nada, o no ves grandes diferencias entre las mismas, puedo volver a intentarlo con estas dos.
La primera imagen de la portada y la primera imagen que ves sobre estas líneas pertenecen al primer día de colegio de mis hijos, las otras dos imágenes son de un solo día después. ¿Ves las diferencias? Van a clases distintas, con profesoras distintas (de las que tengo que decir, que estoy muy contenta) pero hay algo que, a mí, me llama la atención: la educación que recibimos desde que tenemos tan solo 3 años. Si te das cuenta la primera imagen está cargada de color, se pinta todo, la forma y el fondo, se prueban colores, el negro es una opción perfecta, se pinta sobre las letras y hasta se traspasan los límites. Solo 24 horas después, solo hay una opción: “pintar sin salirse” (¡frase que hemos escuchado seguro que TODOS nosotros en nuestra vida!).
He investigado mucho al respecto, he leído, he hecho experimentos, y aunque no nos demos ni cuenta, la educación que recibimos va limitando nuestra forma de ver el mundo, de relacionarnos, nuestra forma de pensar, nuestra forma de sociabilizar. Estoy completamente segura de que no hay mala intención (ni mucho menos) por parte de nuestros maestros que tienen que lidiar con nada más y nada menos que con 25 niños de 3 años (son héroes… ¡Si yo no sé hacerlo con 3 hijos, imagina con 25!).
Esta evolución de la pintura en un solo día, adaptándose a los bordes, va limitando centímetro a centímetro una creatividad que vamos a necesitar cada día más en el contexto profesional ya sea para tratar con distintas personas de nuestro equipo, para resolver conflictos o incluso para encontrar recursos en épocas de vacas flacas. Podéis pensar que soy una exagerada, y que esto no va a influir en su vida, pero os mostraré una conversación con Leone, tan solo una semana después:
– Mamá, no se puede pintar con rayajos, eso está mal.
– Cariño, hay artistas qué pintan con rayajos y hacen cosas muy bonitas– le respondo.
– ¡No! ¡Los rayajos están mal!
– Mira Leone, si quieres un día podemos probar a pintar dentro de las líneas, después podemos pintar otro dibujo por fuera y si quieres uno con rayajos.
– ¡Qué no se puede pintar con rayajos! ¡Los rayajos están mal!
Y así acaba la conversación en la que os encantaría ver un video de la misma porque además apreciaríais el enfado en el que acaba Leone. Claro, si la conversación se quedara aquí no habría demasiado problema, pero si no hacemos nada al respecto, a los pocos días me dice la mamá de Daniela: “Ayer tenía a Daniela toda enfadada porque dice que Leone le ha dicho que había pintado un dibujo feo”. Ambas dos nos sonreímos porque conocemos muy bien a nuestro querido Leone y le digo que lo investigaré. Lo dicho, decido hablar con él del tema:
– Cariño, he visto hoy a la mamá Daniela y me ha contado que ayer le dijiste a Daniela que su dibujo era feo.
– Claro mamá, es que había mezclado colores– me contesta Leone automáticamente.
Y así sin más aprendemos a imponer nuestra forma de ver las cosas… Estas experiencias parecen inofensivas, pero por experiencia personal sé que si no vamos aprendiendo a entrenar ese músculo de nuestro “cerebro”, desarrollaremos en la vida adulta una forma de trabajar que empobrecerá muchas de nuestras experiencias profesionales.
Yo puedo decir que he tenido que trabajarme mucho ese aspecto como profesional para ser más flexible, para no imponer mis ideas y atender correctamente a las del resto de compañeros o colaboradores en distintos momentos. Recuerdo un día haber sentido que, si continuaba viendo las cosas tan blanco y negro, iba a quedarme profesionalmente sola, y en ese punto tan solo tuve la opción de cambiar. Si esa flexibilización se produce cuando tenemos 3 años, es mucho más sencillo porque como el dibujo 1 indica, estamos preparados para saltarnos límites. En cambio, si ocurre cuando llevamos 30 años sin salirnos de los bordes, el tema se complica.
Espero que este post te haya servido como reflexión para potenciar esa creatividad en aquellos pequeños que todavía son muy flexibles. Otro día te contaré como podemos potenciar esa creatividad en personas adultas, en nuestro contexto laboral, ya que hay muchas opciones para reanimar esa creatividad que todos llevamos escondida.
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