“Suena bien lo que comentas pero es que no creo que tenga tiempo”. “Voy a intentarlo pero es que no voy a poder”. “Tienes razón pero es que no voy a saber aplicarlo”. “No he podido hacerlo porque es que no me han pasado la información”. “Yo cumplo con mi trabajo pero es que mi jefe no me deja avanzar”. “Yo estoy motivado pero es que este compañero me desmotiva todos los días”… Y así podría estar días y días poniendo ejemplos pero es que no quiero.
¿Qué tienen en común todas estas frases? Si te das cuenta hay algo que las une, que las caracteriza y son sus “es que” o adoptando otras formas “pero es que” o “porque es que”. ¿Te sientes identificado? ¿Alguna vez has utilizado el famoso “es que”? Pues bueno, si me dices que sí lo has hecho, y además habitualmente, bienvenido al grupo de los “Esquerosos y Quejerosos”. Yo tengo el carnet desde hace tiempo y como la cuota parece gratis nos pasamos nuestra vida en esta “Asociación” sin darnos cuenta de todo aquello que podemos perder.
Pero… ¿sabes que fuera de este club también existe la vida? ¿Sabes que algunos son tan valientes de sobrevivir fuera? Son pocas las personas que he conocido, pero cuando te encuentras con ellas, te aseguro que puedes aprender muchísimo. Los que somos de este club a veces pensamos que las cosas en la vida te tienen que ir genial para que puedas mantenerte fuera del mismo. Pero las personas que conozco que no suelen quejarse ni poner peros, justamente no han tenido la vida nada fácil.
Voy a ponerte un ejemplo de una persona que me parece admirable, una persona que ha conseguido liderar una situación dando una verdadera lección a cada uno de los que se han cruzado con ella o a los que tenemos la suerte de acompañarla en su camino.
Hace justamente cuatro años, en el verano del 2012, había organizado una cena con unos cuantos de mis mejores amigos. Íbamos a compartir fotos, viajes e historias de ese verano tan increíble hasta que con una simple llamada el mundo se partió en pedazos. Lo recuerdo perfectamente: me senté en el suelo en medio de la calle, escuchando la voz de mi amiga Mari al otro lado, dejé caer todo lo que llevaba en mis manos rodando por el suelo, al igual que aquellas lágrimas tan amargas y esa frase de “no puede ser, no puede ser, no puede ser”. Y en ese punto el mundo se apaga de repente. Emilio había muerto, en un incendio forestal, mientras trabajaba. Sí, el mismo Emilio al que tanto queríamos y con quien esa noche iba a cenar, uno de mis amigos.
Fue muy doloroso cambiar aquella cena por esa vivencia. Pero en medio de ese dolor, había alguien que podía ser protagonista del mismo: Amparo, su mujer. Ambos tenían una niña de 3 años y además Amparo estaba embarazada de 5 meses. Precisamente de Amparo es de quien hoy me gustaría hablar y de quien creo que podemos aprender muchísimo.
Amparo vivió aquellos primeros días con ese tipo de entereza que te hace sospechar que más pronto o más tarde se desmoronará. Es muy posible que en el silencio de un sábado en la noche, o en la tranquilidad de su cuarto lo haya hecho muchas veces a lo largo de este tiempo, pero te puedo asegurar que nunca he podido escuchar una queja de ella, un es que o un pero respecto a la situación que ha vivido.
Cuatro meses más tarde de este suceso, tuvo que pasar por un parto en el cual no estaba la persona más importante para ella, Emilio, y aunque sintiese todo este vacío por dentro, lucho desde el minuto 0 de una manera extraordinaria.
Pero, ¿qué es lo que más me fascina de Amparo? Pues para mí es alguien admirable por su capacidad de continuar viviendo la vida sin quejarse de los obstáculos con los que se ha ido encontrando. De ella no escucharás frases de “que mala suerte he tenido”, o “no me merecía que me pasara esto” o “¿Por qué tengo que criar ahora a mis dos hijas sola?” o “No puedo más con este dolor”. Aunque por dentro pueda tener cualquiera de estos sentimientos, no es lo que comparte hacia fuera.
Amparo se sienta a tu lado y se ilusiona por cada proyecto que le cuentas, te pregunta por tu vida, se ríe contigo, te cuenta algo de su última carrera o alguna travesura de sus hijas, te escucha, te atiende, te da cariño, te ofrece ayuda en cualquier cosa que puedas necesitar… Amparo avanza, lucha, intenta encontrar soluciones, alternativas para resolver los retos con los que se encuentra cada uno de sus días desde hace 4 años, busca ilusiones y les da una lección de coraje y lucha apasionante a sus hijas. ¿No es admirable? Al menos, a mí, me lo parece.
¿Y tú? ¿Crees que eres del club de Amparo o todavía eres compañero mío en el club de los “esquerosos y quejerosos”? ¿Te has dado cuenta de lo que nos cuesta ser de este club? Es cierto, como decía al principio, que la entrada y permanencia es gratis, pero el coste es tremendamente grande. Cuando nos pasamos el día quejándonos, llega un punto en que nuestros compañeros, nuestros jefes o incluso nuestros amigos se cansan de nosotros, sienten que no les aportamos ideas nuevas y que incluso les quitamos la energía. Cuando nos quejamos, dejamos de buscar soluciones creativas, de buscar oportunidades y en definitiva de disfrutar de la vida. Es más, puede que nos estemos quejando de cosas tremendamente simples cuando a nuestro lado tenemos a Amparos que nos podrían ganar por goleada con motivos para quejarse.
De momento, yo opto por aprender día a día a ser del club de Amparo. ¿Te apuntas?
Esta semana vas a pasar un par de días anotando en una libreta las veces que te quejas. No es necesario que escribas el motivo de la queja, tan solo anota con palitos las veces que llegas a quejarte en 48 horas. Y después de ello, experimenta “UN DÍA SIN QUEJAS”. Puedes pensarlas en tu cabeza, sentirlas, quejarte por dentro pero te reto a que durante un día no lo hagas por fuera y vamos a ver qué pasa.
“Gràcies, Amparo, per tot el que m’has fet aprende”.
¡Nos vemos la próxima semana!
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3 Comments
M’encanta!! Molt per apendre!
Eixa és la part realment interessant de la vida, que quan més aprenem, més sentim que ens queda per aprendre.
Me sobran excusas… Me apunto al reto!