¿Cuándo toca parar y coger vacaciones?

Seguro que te has hecho esta pregunta una y otra vez a lo largo de los años. A veces es una pregunta que nos hacemos cuando ya ha empezado el verano, otras cuando se acercan las navidades,…sea como sea, en el momento en el que te haces la pregunta ya es porque algo en tu cuerpo te está indicando que toca parar y tomarte un respiro.

INTENTA QUE NO SEA DEMASIADO TARDE

Hay situaciones en las que apuramos tanto, tanto nuestras energías que nuestro cuerpo se revela y nos asusta para que pongamos algún tipo de remedio. Hace algo más de un año, en febrero del 2020 (justo antes de la pandemia) mi cuerpo tomó varias decisiones por su cuenta que me asustaron: una noche, después de cenar estaba disfrutando de unos minutitos de serie y de repente empecé a sentir que mi visión se volvía borrosa. De repente veía los objetos claros y al instante los veía borrosos y así se iba repitiendo el proceso. Además de esto, semanas antes mi tensión arterial estaba un poco más alta de lo que debería (¡¡¡lo suficiente para volverme hipocondriaca!!!). Y bueno, si a ello le añadía que de vez en cuando se me dormían las manos sin más, ya tenía la combinación perfecta de que algo no funcionaba correctamente.

Aquella noche y ante los problemas de visión no dude ni por un segundo y me fui a urgencias. De camino, en el taxi, solo pensaba: “ya me he pasado, ya me he pasado, ¿y si me quedo con problemas de visión para el resto de mi vida? ¿Por qué apuro tanto?”.

Te presento los diagnósticos del problema:

a)    Diagnóstico médico: no encontraron nada en especial.

b)    Diagnóstico mío: estaba agotada. Necesitaba parar de algún modo, descansar, recuperar mi deporte y otras cosas que me devuelven la energía.

c)    Diagnóstico fisioterapeuta: días más tarde, el fisio encontró que tenía tantas contracciones musculares a la altura de hombros y cuello que estaban provocando la visión borrosa y el adormecimiento de manos.

¿CÓMO DETECTAR PUNTOS DE AGOTAMIENTO?

Con la historia que te he narrado no es que fuera demasiado tarde, pero también es cierto que semanas antes mi cuerpo me pedía a gritos que bajara el ritmo, que descansara un poquito más y sin darme cuenta no lo había atendido. Antes de llegar a este punto, el cuerpo te va avisando de distintas formas por lo que, si te identificas con algunas de las situaciones que te voy a exponer, igual es el momento perfecto para que empieces a planificar tu desconexión…

Aquí te indico alguna de las posibles alarmas:

– Te cuesta levantarte mucho más que en otros momentos: igual eres de las personas a las que en general les cuesta desprenderse de las sábanas, pero en situaciones de agotamiento, sientes que la tarea de levantarte se convierte en algo mucho más complicado. Es muy fácil que estos días apagues el despertador y sin darte cuenta te duermas y acabes llegando tarde al trabajo.

– Despistes y olvidos: cuando tu cuerpo no da más de sí, empiezan a producirse olvidos tanto a nivel personal como profesional. El atender a pequeños detalles implica esfuerzo por nuestra parte y cuando estás agotado es muy difícil recordar listas de tareas si no las tenemos anotadas.

– Dificultad de concentración: cuanta más atención necesitas y buscas, más difícil es encontrarla. En momentos así te sientas a desarrollar cualquier tipo de proyecto y sientes que se te pasan las horas, que no consigues dar con la idea clave y menos articular las distintas ideas que te van viniendo a la mente.

– Errores: el hecho de que nos cueste mucho más concentrarnos hace que cometamos todo tipo de errores que dañan la calidad de nuestro trabajo. Es posible que te bailen números importantes, que se te pasen faltas de ortografía o que presentes documentos con errores importantes.

– Cansancio a mitad del día: es habitual al entrar en fase de agotamiento que las fuerzas se esfumen a mitad del día. Se trata de esa sensación de cansancio que nos hace pensar a las 16h… ¿cómo voy a aguantar el resto del día si no me quedan ya fuerzas?

– Lentitud de pensamiento: notas que de repente tu mente se vuelve más y más lenta. Necesitas que te repitan las cosas, que te las aclaren, y notas que se te escapan datos que según tu interlocutor ya te había explicado.

– Ganas de llorar: este punto me recuerda a los niños pequeños al final del día cuando no les quedan fuerzas. Es ese momento en el que cualquier motivo puede arrancarles unas lágrimas. Como adultos no nos ponemos a llorar en cualquier esquina, pero esto no quita que las ganas estén ahí mezcladas con el cansancio.

– Sobrecargas musculares: el cuerpo físico es uno de nuestros mejores indicadores sobre dónde están nuestros límites. Si empezamos a notar sobrecargas musculares, o incluso otras cuestiones físicas como problemas en la visión, adormecimiento de manos, dolores musculares, etc. es momento perfecto de parar y tomar nuestras merecidas vacaciones.

Seguro que podrías ampliar esta lista de motivos para parar, para coger vacaciones y recuperar las fuerzas perdidas, pero de momento tienes al menos estas alarmas que te puede ayudar a hacer ese chequeo.

¿Cómo estás? ¿Es ya la hora de parar?

Reme Egea
Reme Egea
Maestra de Educación Física, Formadora en Habilidades Directivas y Gestión de Equipos, Psicóloga, Creadora del proyecto educativo "Con los pies en el aula", Conferenciante, consultora y socia de Proformación S.L.

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