¿Sabes qué? ¡Ya he encontrado al culpable! No tengo ninguna duda de quién es el culpable, lo tengo y ahora seguro que ya no se me vuelve a escapar. Años y años de búsqueda e investigación para encontrarlo, esfuerzos día a día para para saber quién era, noches sin dormir pensando en el culpable y ahora…por fin, le conozco muy de cerca, más de cerca de lo que crees.
Pues sí, hoy os hablaré de la culpable y de cómo descubrí su existencia. ¿La culpable de qué? De todo lo que te pueda pasar, sin ninguna duda.
Todo ocurrió en una celebración. Estábamos en el banquete de la boda de una de mis mejores amigas del pueblo. Como ya era habitual en esas celebraciones, estábamos las chicas a un lado de la mesa y los chicos en la parte opuesta de la misma. Durante la comida fueron apareciendo mil y un temas pero gran parte de la conversación giraba en torno a los últimos cotilleos del pueblo. Yo sentía que tanto mi amiga Susana como yo que vivimos fuera, íbamos un poco perdidas con los últimos ligues, embarazos, separaciones e historias varias que iban apareciendo en la conversación. Supongo que en algún momento entré en ese punto de desconexión en el que escuchas a gente hablar a tu alrededor pero prácticamente no atiendes al contenido de lo que cuentan.
Y así, sin darme cuenta llegó el momento del baile. Estábamos en la pista y Álex se acercó a mí.
– ¿Qué tal la comida?- preguntó Alex.
– Pues bien… pero te diría, Alex, que me he aburrido un poco. Mis amigas se han pasado la comida hablando de esta y de aquella, de no sé quién y no sé más con lo que he llegado a desconectar un poco. Además, no me gusta que la gente hable de personas que no están presentes para poder dar su visión de lo que se comenta de ellas- respondí yo.
Alex se quedó unos fracciones de segundo mirándome, en silencio hasta que pronunció una de las preguntas más impactantes de mi vida:
– ¿Y tú? ¿Qué estás haciendo?
– ¿Cómo?- le respondí.
– Pues tú estás hablando ahora de ellas, y no están delante- respondió con una agudeza increíble.
Y en ese punto, trague saliva, le miré y le dije:
– Muchas gracias Álex, acabo de aprender la lección.
Era curioso pero aquel amigo había tenido el suficiente valor para hacerme una crítica directa, mirándome a los ojos, sin decorarlo con bonitas palabras, simplemente haciendo de espejo de una simple realidad: Yo había dicho que no me gustaba que la gente hablase de personas que no estaban pero…¿y qué había hecho yo? Exactamente lo mismo que estaba criticando, hablar de mis amigas cuando no estaban delante…¡viva la paradoja!
Sinceramente aquel día, este amigo me regaló uno de los mejores aprendizajes que he hecho a lo largo de mi vida: la Autocrítica. Aquel día encontré por fin a la “culpable” de todo lo que no me gustaba en mi vida, es decir, “YO”.
Hasta ese momento de mi vida intentaba explicarme a mí misma cualquier cosa que me ocurría con la responsabilidad o “culpabilidad” de otras personas pero ese día, en medio de aquella pista de baile, me di cuenta de cuántas veces podía haber “criticado” algo de alguien cuando yo podía estar haciendo exactamente lo mismo.
Curiosamente a lo largo de nuestra vida desarrollamos la habilidad de buscar culpables, de saber “quién” ha causado el problema, o incluso explicamos nuestros sentimientos como consecuencia de las acciones de otras personas, pero…¿Estás seguro que siempre es la otra persona la que tiene el 100% de responsabilidad? ¿Estás seguro de que tú no has influido en nada para que algo suceda? ¿Estás seguro de que tú lo has hecho tan perfecto que no tienes nada que ver con lo ocurrido? Yo al menos, ya no estoy nada segura.
Desde que cambió mi planteamiento ante este tema, mi realidad personal y profesional se volvió mucho más retante de lo que había imaginado. Ante cualquier situación que no me gusta, me lanzo estas preguntas:
– ¿Seguro que tú has hecho todo lo posible?
– ¿Seguro que tú has sido “perfecta” en tu comunicación, en tu interacción, en tus decisiones?
– ¿Seguro que todo lo que ha ocurrido se debe a la otra persona implicada?
Y bueno, de repente me sorprendo respondiendo que “no, no he hecho todo lo posible” y que “no, no soy tan perfecta como para no fallar”, y que “sí, yo también he puesto de mi parte en el problema”.
Al principio fue duro porque te das cuenta que después de años y años de echar las culpas a tus padres, a tus amigos, a tu pareja, a tu jefe, a tu vecino, a tu profesor, a tu cuñado, a tus operarios, al camarero del bar de la esquina, te das cuenta de que en cada interacción problemática que tienes con alguien, tú también estás poniendo de tu parte.
Sin duda te diré que en esos momentos es duro porque te das cuenta de que eres parte del problema…¿pero sabes cuál es la parte más bonita? Pues que si eres parte del problema, también eres parte de la solución.
Esta semana vas a tener un difícil reto. Si no quieres hacerlo no lo hagas, pero no me eches a mí la culpa por su dificultad. El reto de la semana será el de no culpar a nadie, sino ponerte a ti como co-responsable de cualquier cosa que te ocurra. Cuando te encuentres con algo que no te guste (no han contado contigo para algo, tu jefe no te sube el sueldo, un operario tuyo está desmotivado, etc.) pregúntate: ¿pero yo he hecho TODO lo que podía hacer? ¿He actuado 100% a la perfección?
Nos vemos la próxima semana.
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