¿Eres un sinpa?

¿Eres un sinpa?

Mi abuelo decía que por muy pobre que fueses, por pocas pertenencias que tuvieses, había una cosa que nunca debías perder: tu palabra.

Y así era, mi abuelo era enormemente rico en mantener su palabra. Trabajaba en el campo y no necesitaba firmar contratos con aquellos que recibirían parte de su cosecha, con un simple apretón de manos y su palabra, era suficiente.

 

¿Y CUÁNTO VALE NUESTRA PALABRA HOY EN DÍA?

Es curioso hoy en día el número de páginas que llegamos a firmar con cientos de condiciones y cláusulas: contratos con bancos, compañías de telefonía, en páginas de Internet y hasta aceptamos cookies en nuestro ordenador que por desgracia ni son dulces ni llevan pepitas de chocolate. Mientras decimos que sí cumpliremos todas y cada una de las duras condiciones que nos ponen (¡y además sin leerlas!) nos olvidamos de algo que es superior a todas esas palabrejas inentendibles: nuestra palabra.

Hoy te daré algún motivo para que no seas un SIN-PA (vamos…¡un sinpalabra!).

 

CUMPLIENDO MI PALABRA

Para ello te daré un ejemplo que me hizo pensar por un ratito lo importante que era dar la palabra, y cumplirla, que es la parte realmente retante y complicada. Hace un par de años estaba un día en la casa de mis tíos y entré a dejar ropa en la habitación de mi primo. Al salir, me di cuenta que detrás de la puerta tenía el típico corcho con sus pequeños tesoros: entradas a conciertos, fotos con amigos, números de teléfono y otros recuerdos con grandes historias para él. Pero para mi sorpresa, en el centro del panel había un pedazo de papel escrito con mi letra. Yo no recordaba haberlo escrito, pero estaba segura de que aquella letra era mía, inconfundible. Paga extra

Y decía: “Me comprometo con Héctor a dedicar mi primera paga doble para un viaje a África”. Lo leí, lo volví a leer y no llegaba a recordar el día que lo había escrito. Yo lo había olvidado pero evidentemente mi primo no: lo había tenido ahí colgado durante 14 años.

A partir de ese momento puse en marcha «mi fábrica de las sorpresas» y en unos meses estábamos en medio de Londres. Es cierto que Londres dista mucho de estar en medio del corazón de África pero al menos era mi forma de saldar aquella bonita deuda olvidada.

 

LA PALABRA: ESO TAN BARATO Y A LA VEZ DE TANTO VALOR

Aquella experiencia me hizo pensar: ¿cuántas veces hemos dejado a alguien esperando a que cumpliésemos lo prometido? ¿Cuántas promesas hemos hecho y hemos dejado sin cubrir? Promesas a un amigo, a tu jefe, a tu pareja, a un miembro de tu equipo, a tu hijo… Evidentemente no somos capaces de enumerarlas porque con un «no tengo tiempo» o «no tengo recursos» o «no puedo ahora» pueden haber quedado en el baúl de los recuerdos para siempre. Muchas veces damos la palabra sin darnos cuenta:

– Le pedimos a un colaborador nuestro que redacte un estudio, un análisis o cualquier trabajo y después se nos olvida pedírselo.

– Le decimos a un cliente o a un proveedor «mañana te llamo» y pasan meses.

– Le decimos a un amigo que «será la última vez que estemos 3 meses sin llamarnos”, y después son 6 meses.

– Le decimos a alguien (a un niño, a una pareja, a un amigo) que estaremos allí en ese evento tan importante para él o ella y después la pereza nos gana la partida.

Podría continuar enumerando situaciones pero creo que no es necesario porque seguro que a ti se te ocurren unas cuantas más en las que nos comportamos como un «SIN-PA».

 

EL PUNTO CLAVE

De todos modos el problema no radica en su cumples tu palabra o no, ¿sabes dónde está el punto más importante de esta situación? Lo más importante es la otra persona, aquel que se queda esperando escuchar la llamada que has olvidado hacer, o aquel que se queda con un trabajo excelente guardado en su cajón pensando si realmente te importa su tiempo o no, o ese amigo que tanto te echa de menos y no se atreve a llamar para no ser un elemento más de tu estrés. Lo más importante es aquella persona que en ese evento tan importante se quedará buscando tu cara entre la multitud, esperando que hayas venido a estar cerca de ella, esos ojos tristes que después de buscar y buscar y buscar tendrán que convencerse de que no pasa nada, de que otra vez será…

Ojalá que el recuerdo de esa persona que «quiere con toda su alma verte allí» le gane la próxima batalla a tu pereza, a tu trabajo o a esa mente tan olvidadiza.

 

RETO DE LA SEMANA:

Esta semana vas a tener un reto que posiblemente hará feliz a quien se quedó esperando una de tus palabras, alguien a quien le hiciste un SIN-PA. Pues vamos a darle la vuelta a la situación: elige aquella palabra olvidada, recuerda al ser humano al que se la hiciste y cúmplela. Si no puede ser toda, un pedacito, si no puedes ir al corazón de África, métete en el corazón de Londres, pero… ¡Hazlo!

¡Nos vemos la próxima semana!

Reme Egea
Reme Egea
Maestra de Educación Física, Formadora en Habilidades Directivas y Gestión de Equipos, Psicóloga, Creadora del proyecto educativo "Con los pies en el aula", Conferenciante, consultora y socia de Proformación S.L.

2 Comments

  1. jose maria dice:

    Asi nos va, estamos perdiendo esa norma de nuestros abuelos de no necesitar de un papel, de un contrato, para llegar a cumplir simplemente con la palabra dada y un apretón de manos.Que razón tienes Reme……

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