Solicitud: Es que no soporto a mi jefe, ¿puedes hacer algo para cambiarlo? Tenemos problemas en el equipo de trabajo pero todo es porque hay un compañero que es tan egoísta que no se puede trabajar con él, ¿podrías hacer algo para cambiarlo? Es que mi gente no participa en las reuniones, ¿podrías hacer para cambiarlos y que empiecen a activarse? Es que mi pareja tendría que ser diferente para que las cosas entre nosotros puedan ir mejor, ¿puedes cambiarlo? Es que mi hijo no estudia y tiene un mal comportamiento en casa, ¿puedes cambiarlo?
Respuesta: No, no, no y no. NO puedo hacer nada para cambiar a tu jefe, ni a tu compañero, ni a tus operarios, ni a tu pareja ni mucho menos a tu hijo. Solo hay alguien a quien puedo ayudar a cambiar…¡a ti!!
Y a partir de esa respuesta, se alejan con un “si te he visto no me acuerdo”, hasta que un día algo empieza a cambiar…
Entiendo perfectamente esta postura porque durante años yo también he puesto todas mis fuerzas en que cambiaran “los otros”. Porque si eran ellos quienes hacían las cosas incorrectamente y estaban equivocados, ¿quién si no tenía que cambiar? Y a esa lucha dediqué horas y horas, esfuerzos y mil intentos que casi nunca daban su fruto hasta que por casualidad me encontré a un tal Paul Watzlavick.
Este señor había escrito un libro que se llamaba justamente “Cambio” y ahí pensaba encontrar la panacea del cambio, las técnicas y herramientas que me permitirían cambiar el mundo y a toda la gente que quisiera. Pero por desgracia en ese momento (por gran suerte después) no encontré lo que buscaba. Aquel tipo decía en su libro algo así que “cuando no puedes cambiar al otro, tan solo puedes cambiarte a ti mismo”. ¿Qué, qué? Claro, lo que me faltaba escuchar en este momento. Si la persona que estaba equivocada era “la otra” (ponle el nombre de jefe, compañero, pareja, madre, etc.), ¿por qué cambiar yo?
Habría abandonado a Paul pero día a día le leía con más curiosidad aquello que decía y decidí darle un voto de confianza, pero solo uno.
Y es que la mejor forma de darle un voto de confianza que se me ocurrió fue probarlo con alguien que tenía muy cerca: mi hermana.
Si tienes hermanas seguro que las habrás escuchado hablar de su ropa, de si me has cogido este pantalón, de si me has manchado el vestido, de si me has perdido un pañuelo y yo era una de esas que tienen hermana con la que discutir sobre la ropa.
En ese momento yo le pedía algo de ropa y lo habitual era que no me lo dejase. A partir de ahí se iniciaban las mejores frases de chantaje emocional que había aprendido hasta el momento “qué fuerte me parece, una hermana que tengo y que no sea capaz de hacer nada por mí. Yo que siempre te ayudo, y te cubro delante de los papás y ahora tú no me dejas esas camiseta que es super importante para mí para ir a la fiesta. ¡Seguro que cualquier amiga me la dejaría antes que tú!”.
Y en ese punto, una hermana bastante saturada contraatacaba diciendo “no te lo dejo porque estás más gorda que yo y me lo vas a prestar”. Y ahí quedaba zanjada la conversación. Dos personas tocadas y objetivo 0 conseguido.
Pero como os decía, al leer al señor Paul Watzlawick se me ocurrió hacer un experimento: cambiar mi forma de pedir e investigar qué pasaría en este caso. Entonces, esperé la siguiente situación:
¿Puedes adivinar qué pasó a partir de ahí? Pues después de unos minutos de reflexión se acercó me dijo: “Te la dejo, pero no te acostumbres que solo te la voy a dejar hoy”.
¡Me parecía magia! Era increíble, el tío Paul había hecho magia desde la distancia, con una sola frase de libro.
Cuando analizas con detalle este ejemplo que te he contado, te das cuenta de que no es magia, de que tan solo es una forma en la que funcionamos los seres humanos. Lo que ocurrió tiene toda su lógica: mi hermana no me dejaba su ropa por la simple insistencia en pedírsela, por no respetar su libertad, ni sus límites y por intentar conseguirlo a través del chantaje emocional, simple y llanamente.
Esto demuestra que ella no necesitaba cambiar, sino que lo realmente útil para mí era que yo cambiara aprendiendo a respetar las decisiones de “los otros”. Y esto te puedo asegurar que tiene innumerables ventajas…
El reto de esta semana va a consistir en buscar en el baúl de tus recuerdos una situación en la que has intentado hacer cambiar a otra persona de tu alrededor, puede ser a cualquier persona relacionada con tu vida personal o tu vida profesional. Simplemente analiza la situación hasta que te pilles a ti mismo haciendo o diciendo algo que no fuese lo más apropiado para respetar las decisiones del otro…y en ese punto es donde empieza el increíble camino de cambiar tú mismo…
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