No hablo de historias de amor

No hablo de historias de amor

Hace un par de años escuché en una de mis clases la mejor definición que he escuchado a lo largo de mi vida sobre la amistad. Una empresa me había contratado para impartir un curso de habilidades directivas con el equipo de dirección. En un momento de pausa estaba hablando con un alumno sobre temas triviales y surgió un tema de interés para ambos, una de esas temáticas sobre las que prácticamente todos tenemos nuestras opiniones y creencias, el gran tema de: «La Amistad».

EL CONCEPTO DE LA AMISTAD

En ese punto Carlos me dijo:

-¿Te gustaría saber cuál es mi concepto de amistad?

– Por supuesto – le dije.

– Para mí un amigo es aquel que cuando llegas con el cuerpo de alguien a quien acabas de matar no empieza a decirte: ¿Pero tú estás loco?¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto? ¿Cómo has sido capaz? ¿Por qué lo has hecho? El verdadero amigo, para mí, es aquel que cuando llegas con el cuerpo del muerto te pregunta: ¿Qué quieres que hagamos con él, lo enterramos, lo cortamos a trocitos, lo quemamos o se te ocurre cualquier cosa mejor?

Y con esas preguntas de película de asesinos acabó la pausa y volvimos a las clases.

Esa tarde, de camino a casa pensaba en la utilidad de esa metáfora de asesinatos. Como podéis intuir Carlos no era un asesino, ni mucho menos, ni las clases eran para reclusos. Él solamente había utilizado la metáfora perfecta para describir algo a lo que yo no había sabido ponerle palabras hasta el momento. Desde ese día, y con su permiso, esa ha sido mi definición de amistad y posiblemente una de las mejores direcciones para trabajar con personas.

 

MÁS ALLÁ DE LA METÁFORA

Para mí la amistad se convirtió en ese «estar ahí» sin condiciones, sin valoraciones ni juicios, sin decir lo que está bien y lo que está mal (por qué al fin y a al cabo, ¿quién tiene esa gran respuesta?).

Cuando pruebas ese experimento en situaciones reales te das cuenta del potencial que tiene en la interacción con personas. Cuando se sienta alguien ante ti y te cuenta su historia, o lo que está viviendo o cualquier cosa que ha hecho que «la sociedad» juzgaría, y tú solo escuchas y dices… ¿Y qué pasa? ¿Qué problema hay con eso? Cuando le das sentido de normalidad, en ese preciso momento estalla la magia: se iluminan sus ojos, respira profundamente, se emociona y siente la mayor tranquilidad que ha sentido durante meses.

 

NO HABLO DE HISTORIAS DE AMOR

No hablo de historias de amor, te aseguro que no. Hablo solo de historias de respeto, historias de seres humanos que se sienten tranquilos porque saben que hagan lo que hagan, digan lo que digan, piensen lo que piensen, no cambiará ni tu forma de verlos, ni el aprecio que sientes por ellos.

Os sorprendería el efecto que produce este simple detalle en la vida de las personas. Son cientos las situaciones que puedes encontrarte en las que alguien decide algo que no es lo que tú habrías decidido: dejar un puesto de trabajo para crear su propia empresa, mantener a alguien en un equipo cuando parece que lo lógico sería despedirle, decidir viajar solo y a la Aventura, irse a trabajar a otro país, cambiar seguridad en un trabajo por desafíos en el deporte… Y mil situaciones distintas con las que te puedes encontrar día a día.

Con esto no me estoy refiriendo a que compartas la misma opinión ni la misma visión con la persona que tienes enfrente sobre una situación, simplemente te estoy retando a que te hagas algunas preguntas a ti mismo en ese momento:

– ¿Seguro que quiere saber muy opinión o simplemente que le escuche y respete la suya?

– ¿Estoy seguro de que tengo tanta potestad como para hablar del «bien» y del «mal»?

– Es más, ¿en qué me baso para hablar de lo que está bien y de lo que está mal? ¿Bien para qué? ¿Bien para quién? ¿Bien para cuándo?

– ¿Estoy seguro de que no haría lo mismo en su misma situación?

Cuando te lanzas todas estas preguntas en silencio, mientras le escuchas, te vas dando cuenta de que ese juicio que tenemos tan practicado de “bien” o “mal” dependerá de momentos, de situaciones, de personas y no es algo que esté escrito como una ley que seguir a pie juntillas. Cuando te quedas preguntándote te das cuenta de que en vez de mostrar todos tus juicios y prejuicios, ahí en el silencio de las preguntas, puedes empezar a aprender del ser humano que tienes ante ti.

 

RETO DE LA SEMANA:

Esta semana nuestro reto va a ser acercarnos a alguien con quien no compartimos alguna de nuestras opiniones. Cuanto más alejadas estén nuestras visiones de algo, mucho mejor. Y a partir de ahí, en medio de esa conversación típica que siempre nos distancia, estaremos callados, abriendo preguntas en nuestra cabeza, en silencio, escuchando y pensando en aquello que la persona comparte con nosotros. Y sí, por supuesto que puedes darle tu opinión, pero el reto estará en completarlo con un «hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, decidas lo que decidas sabes que estaré ahí a tu lado». Y a ver qué pasa…

¡Nos vemos la próxima semana!

Reme Egea
Reme Egea
Maestra de Educación Física, Formadora en Habilidades Directivas y Gestión de Equipos, Psicóloga, Creadora del proyecto educativo "Con los pies en el aula", Conferenciante, consultora y socia de Proformación S.L.

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