Si ni lo tienes claro, mal vas…¿Has escuchado alguna vez una afirmación similar? Es muy posible que sí porque hasta el mismo Séneca decía que “Si no sabes a qué puerto te diriges, cualquier viento es equivocado”.
Da la sensación que para dar algún paso en esta vida tienes que tener muy clara la dirección hacia la que te mueves. Pero, ¿y si fuera lo contrario? ¿Y si no saber hacia dónde te mueves pudiese ampliar las posibilidades más inimaginables por el camino? Te digo más: si para dar cualquier paso en la vida tuvieses que tener perfectamente claro hacia dónde vas, siempre, siempre, posiblemente no darías ni el primer paso.
HISTORIAS REALES
Hace unos años, me encontré con una de las decisiones a las que más vueltas le he dado en mi vida: Decidir mi futuro. Suena tan enorme la decisión que da vértigo, ¿verdad? Acababa de cumplir los 18, había hecho los exámenes de selectivo, había trabajado duro para tener nota y elegir lo que quisiera y allí me encontraba yo, tumbada en mi cama pasando las páginas de la «Guía de Estudios universitarios».
¿Será posible? He pasado todas las páginas y no he encontrado lo que yo quiero ser. Desde los 4 años quería ser escaladora y aventurera pero para mi desilusión aquello no estaba en el folleto informativo. Hacía ya unos años que lo había descubierto porque los adultos decían: “Escaladora y aventurera eso no son profesiones. La gente es médico o abogado pero no Aventurero”. Y bueno, hasta ese momento me lo había creído.
Increíble, años y años esforzándome para tener nota y poder elegir y ¿ahora qué?
Pues bueno, al final elegí Psicología, me matriculé y a los 10 días sentí que me aburría tremendamente en las clases con esos profesores que venían a leerte apuntes, con hojas casi amarillentas de tantas veces que los habían leído. Intenté cambiar mi «futuro» y matricularme en Educación Física. Pero el curso había empezado y en secretaría me dijeron que era imposible. ¡Ostras, y ahora «mi futuro» tenía que esperar un año más! ¡Menudo futuro!
LA INDECISIÓN PERSONIFICADA
Decidí no perder el curso y mientras esperaba el cambio me saqué primero de Psicología. Llegó el momento de hacer el cambio y entonces sentí que no quería perder el contacto con mis compañeros. ¡Nunca en mi vida lo había pasado tan bien en clase! Toni, Alfonso, Vicent, Ana, Carmen, Yolanda, ¡si es que eran la alegría y la risa personificada! Con que otra vez para secretaría con mis historias: esta vez tenía que convencerles de que me concediesen la «simultaneidad de estudios» porque quería irme a Educación Física y continuar en Psicología para no perderme la diversión. Extraña yo, ¿verdad?. Después de rechazar mi solicitud, busque los vacíos legales que había en este desafío y por pesada, ¡lo conseguí! Prueba superada, estaba matriculada en ambas carreras.
Aunque lo cuento así, lo duro llegó más tarde en aquellas épocas en las que tenía que llevar el ritmo de todo eso, de mis competiciones deportivas, de mi vida social, de mi gente y mucho más. Era complicado, pero mi fuerza de voluntad era mayor que la dificultad.
Y así pasé unos años hasta que llegaron mis prácticas de Educación Física en un colegio y…¡otra vez se repetía la historia: a os dos meses de estar allí empecé a sentirme aburrida! ¿Otra vez entrando al mismo colegio? ¿Con los mismos niños? ¿En el mismo patio? En ese punto, vi que mi “futuro” tampoco estaba allí con que continué lo que me quedaba de Psicología y la acabé sin saber todavía a qué quería dedicarme.
Hasta que llegó aquel sábado por la mañana… Me había ofrecido voluntariamente a colaborar con una Empresa que trabajaba como consultora de formación y selección para Ford Motor Company. En ese momento, tenían un proyecto para preparar a un grupo de operarios de la misma ante un cambio importante que iban a vivir: pasaban de trabajar a turnos para trabajar solo de noche. Para ello, habíamos preparado actividades experienciales, activas, originales, todo ello para darles recursos y habilidades con las que facilitarles el cambio por el que iban a pasar.
Y DE REPENTE DESCUBRES UN LUGAR EN EL QUE QUEDARTE
Aquello fue increíble, una experiencia de las que se quedan en tu memoria para siempre y allí lo sentí: De mayor quiero ser esto, quiero formar a directivos, a mandos intermedios, a operarios en empresas… ¿Os podéis imaginar cómo me sentí aquella mañana cuando iba solo a colaborar y mi jefe me pago por ello? ¡Si yo habría pagado por estar allí!
LA VIDA REAL
Pues esa es la vida real, una vida llena de opciones que se construyen mientras caminamos, mientras avanzamos, mientras hacemos y nos movemos. Es posible que no tengas claro si quieres pasar en ese puesto de trabajo toda tu vida, o en esa empresa, puede que no tengas claro si el equipo que hoy tienes ante ti es el que quieres, puede que no tengas claro si quieres jubilarte en la empresa que tú mismo has creado, y…¿qué pasa? ¿Y si gracias a la indecisión se abren nuevas opciones para ti? ¿Y si eso hace que te inventes caninos que todavía no han sido recorridos? ¿Y si eso permite abrir nuevos horizontes?
Posiblemente hemos llegado a sobrevalorar los objetivos personales y profesionales. Sin duda, tener objetivos nos permite poner todas nuestras fuerzas e ilusiones para conseguirlos, para trabajar en una dirección. Pero no nos olvidemos que cuando los objetivos no están tan claros, cuando son difusos y queda espacio para la duda, también queda espacio para la sorpresa.
RETO DE LA SEMANA:
Encuentra algo en tu vida que no tengas claro al 100%. ¿Cómo qué? Pues hay mil opciones: podrías no tener claro dónde viajar en tus próximas vacaciones, o no sabes si quieres quedarte toda la vida en ese puesto de trabajo o en una relación de pareja, o puede que no tengas claro qué ropa vas a ponerte mañana. Coge lo que sea y simplemente piensa en todo lo que puedes ganar por no tenerlo todavía claro. ¿Qué sorpresas quedan ahí esperándote?
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