A veces es casi imposible encontrar un por qué y más si tiene que ser un por qué para convencer a otras personas, a gente que te quiere y a veces no llega a entender tus “PORQUES”.
Esta mañana sonó el despertador a las 7’30h. Sabía perfectamente que el por qué de levantarme en ese momento era porque tenía una maleta completa que preparar para las próximas semanas. Y había más por qués: porque tenía que acabar un montón de tareas iniciadas en la última semana, y por qué tenía que hacer llamadas y porqué tenía que hacer reserva de la primera noche y por qué tenía que enviar unos cuantos mails, y por qué había que solucionar un par de problemas de última hora… Demasiados por qués como para estar a las 12 de la mañana en el aeropuerto.
Prisas, corriendo, así llegué a la farmacia…¡para no encontrarme con el RELEC extra fuerte que necesitaba! Y con otra marca más suave inicié mi viaje hacia el aeropuerto.
Ayer sentía que el corazón me latía a una velocidad de espanto, sentía mucho más que mariposas en el estómago, más bien eran golondrinas o incluso gaviotas por el movimiento que causaban, y una sensación de nerviosismo que me acompaña desde hace semanas. Y eso que es la tercera vez que me atrevo con algo así… ¡Imagínate la primera vez!
Una persona muy cercana a mí me preguntaba: «¿Pero por qué vas a volver a viajar sola a un país que no conoces, sin mapa, sin destino solo con tu ropa de aventurera y tu mochila? Si no te sientes bien, no lo hagas. No necesitas demostrar nada al mundo y a ti misma ya te has demostrado dos veces que puedes con eso y con mucho más. ¿Por qué hacerlo si sientes todo ese nerviosismo?»
Y en ese instante no sabía explicar mis por qués, sé que no es para demostrar nada al mundo, sé que ya no necesito demostrarme nada a mí, pero ayer no tenía un por qué tan convincente como para convencerme a mí misma.
Y no te puedo explicar cómo pero en el punto en el que llegas sola al aeropuerto empiezas a encontrar los por qués de volver a meterte en una Aventura de este tipo…
Porque pasas horas en esa tierra donde no existen las nacionalidades, esa tierra de nadie y a la vez de todos: los aeropuertos.
Porque en los aeropuertos puedes ver los abrazos de despedida más espectaculares del mundo y los reencuentros más emocionantes.
Porque allí te encuentras con caras de intriga, de no saber lo que les espera en su próximo viaje, caras de cierto miedo, caras de alegría, caras de ilusión desbordante…en definitiva, el ser humano en esencia pura.
Porque los niños corretean, juegan, se ríen, suben encima de las maletas y se quedan dormidos encima de los asientos de espera.
Porque solo te separan unos minutos y unos metros para tocar las nubes y ver la tierra desde el cielo.
Porque se abre un mundo de cosas por descubrir, de esencias que vivir, de momentos que experimentar, de oportunidades para sentirte vivo.
¿Necesitas más por qués? Pues algún día te daré muchos más. Todos estos motivos están al empezar el viaje, justo en el primer paso.
El reto de esta semana no sé si va a estar a tu alcance fácilmente o necesitarás alguna adaptación del mismo. Te propongo que pasees un par de horas en un aeropuerto, en el más cercano a tu casa. Si no es posible, para el experimento también nos serviría una estación de tren o de autobuses. Lo único que te propongo es que te acerques a uno de estos puntos donde tantas despedidas y reencuentros se producen. Y párate por unos minutos en ese espacio, recogiendo en tu retina caras, abrazos, lágrimas, emociones, emociones y más emociones…¡dejando que la vida te impacte con toda su fuerza!
¡Nos vemos la próxima semana!
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